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jueves, 11 de octubre de 2012

Football in it’s purest form…

Hace algunos años, yo jugaba al fútbol. Bueno, qué digo, hace algunos años yo ERA fútbol. Fútbol a tiempo completo, como dice el título, fútbol en estado puro.

Cuando aún no levantaba un palmo del suelo y la pelota abultaba bastante más que yo, ya daba toques en casa cuando estaba sola (para disgusto de mi madre...), jugaba al fútbol cuando estaba con mis primos (nacidos en el '83 y en el '85, por tanto, chicos y mayores que yo) y además jugaba en el patio de mi casa con mis vecinos donde todos eran chicos y mayores además que mis primos. Desde el primer momento me maravilló este deporte. Sí, era una chica, pero a pesar de eso todo el mundo me animaba a jugar, me apoyaba y además como era muy delgadita y corría muchísimo, era perfecta para jugar en la posición que más me gustaba: delantera centro. Cuando jugaba al fútbol con mis primos era genial, porque mi primo siempre quería ser portero, así que esa posición que casi ningún niño quiere tener nunca, estaba cubierta. Mi primo mayor siempre era Raúl (en la época ya de Raúl, evidentemente), así que yo podía ser quien quisiese, quien más me gustase. Y a decir verdad, mi primo era tan bueno que, si me apetecía ser Raúl, siempre me dejaba serlo o podíamos hacer que había dos Raúles. Muchas veces los niños de otros barrios venían a jugar con nosotros y no querían volver a jugar cuando les ganábamos. Unos ponían la excusa de que no querían jugar más porque una chica no tiene que jugar al fútbol, pero en realidad lo que más les fastidiaba es que a veces fuésemos 3 contra 6 o más y aún teniendo una chica, ganásemos. He de decir que el mérito no era mío para nada, mi primo era un porterazo que siempre iba con los codos desollados (para disgusto esta vez de mi abuela, con quien pasábamos los tres todos los veranos) y mi primo mayor regateaba que daba gusto. Cuando los niños de otros barrios se cansaron de jugar con nosotros, nos íbamos al colegio del pueblo de mi abuela donde todas las tardes había chicos contra quien jugar y después a los recreativos a celebrar los goles (también tengo que decir que eso era especialidad de mi primo. Celebraba igual que Raúl para una mayor rabia del equipo contrario, jajjajaja. Yo en cambio nunca celebraba mis goles...). Los fines de semana, mis tíos nos llevaban a una dehesa en coche y allí hacíamos un picnic mientras contábamos cada minuto y casi cada segundo para que pasasen las dos horas de digestión y mi tía nos dejase ir a jugar al fútbol en un campo de tierra lleno de agujeros y con una sola portería que había en el mismo bosque. Al sol. Con cuarenta grados en Agosto. Y mi primo con una sudadera de manga larga remangada para no destrozarse los brazos. ¿A quién le importa? Éramos tan felices...

Después llegó el colegio. Allí había dos niños con los que me llevaba muy bien, mis mejores amigos de la infancia: F. y H. Teníamos tan sólo cuatro años y va a sonar raro, pero nunca en mi vida en 27 años que cumpliré pronto me he encontrado con chicos tan caballerosos como esos dos niños. Si alguien no quería jugar con una chica, no se jugaba. Si alguien no pasaba a las chicas, se les echaba en cara. Si tenían un gol en las botas pero te podían pasar, te pasaban. Al principio jugaba sola y la verdad, jugar así era genial. Luego empezó a jugar otra chica conmigo de quien por cierto, debo decir lo mismo que de mis dos compañeros, nunca olvidaré su amistad. Hay ciertas personas que me han marcado en esta vida y estos tres son de esas pocas personas que lo hicieron. En aquella época me levantaba a las 8:30 de la mañana para ir al colegio. Teníamos tres horas de materias, luego un recreo cortito (debía ser como de 20 minutos o media hora), otras tres materias y, nosotros cuatro, nos quedabamos a comer en el comedor, por lo que teníamos recreo antes y después de comer. Recuerdo que salíamos de clase para el recreo corriendo como alma que lleva el diablo para ocupar la pista y jugar a fútbol aprovechando cada minuto. Nos pasaba igual en los recreos de antes y después de comer. Daba igual que te hubiesen puesto para comer un plato lleno de judías pintas con albóndigas de segundo, flan y leche. Con todo eso pal' cuerpo fuese pleno Junio o cayesen chuzos de punta, íbamos a jugar al fútbol. Había veces que salíamos masticando o con el pan en la mano para aprovechar más el recreo... En la clase de gimnasia, cuando el profesor preguntaba a qué queríamos jugar, siempre decíamos que al fútbol. Y cuando preguntaba: "¿No os cansáis de tanto fútbol...?"
"Jajajajaajjaaj... NO."

Seguí compaginando el jugar todo el día en el colegio con llegar a casa sobre las cinco y meterte el trozo de pan con chocolate de la merienda con toda la gula del mundo posible para poder jugar al fútbol otra vez. En invierno llovía, había barro, baldosas sueltas del patio, agujeros en los que si te descuidas cabía uno de nosotros, porquería... Nosotros seguíamos jugando. Lo mejor eran los fines de semana y el verano. 

"Mamá, qué va a ser tarde si son las... No sé mirar la hora..."

Como si eran las doce. Pero tú sabías que no ibas a subir por nada del mundo. Si tu madre quería que subieses a casa, ella tenía que bajar y llevarte de una oreja, pero también sabías que si bajaba se iba a encontrar con alguna otra madre y se iban a poner a hablar, así que tenías unos minutitos más para jugar. Y claro, luego te echaban la bronca porque por tu culpa se habían quemado los filetes de pollo de la cena. Con ocho años me mudé a un lugar donde no había nadie. No había niños. Tampoco niñas. La niña más cercana a mi edad (como ya he dicho, 8 años) era una vecina de 20 años...  Y mi antigua casa estaba lo bastante lejos como para tener que ir en coche, así que ya no podía jugar al fútbol por las tardes, aunque seguiría jugando a diario en el colegio. 

En el instituto todo fue diferente. Mis amigos no estudiaban conmigo y aunque había algunos a los que les gustaba jugar con chicas y me defendían, la mayoría de los días no me querían en el equipo y tenía que optar por: Saltar a la comba (lo más común) o si tenía una pelota, daba toques sola, pero solía molestar me pusiera donde me pusiera y terminé por no coger la pelota. Qué curioso, en el colegio el dueño de la pelota era el dueño del día. El que decidía si se jugaba o no, el que decidía si se podía jugar con su pelota o no y mucho cuidado con estar enfadado con el dueño de la pelota de ese día... Cuando tenías la pelota eras el más importante. Tu madre te daba una bolsa de plástico (del PRYCA la mayoría de las veces xD) donde metías la pelota y tú la colgabas en un ganchito que había en un lado de tu mesa. La gente cuando pasaba, sabía que ese día mandabas tú y ya podía haber un examen de mates que tú eras súper feliz con tu pelota ese día. 

Más o menos a los 14 años dejé de jugar al fútbol.


Chic@s, todo esto es para deciros que eso realmente y lo que viene a continuación, es fútbol en estado puro. 


PD: Una cosa más. Tan sólo una reflexión al final de las fotos. En ellas hay algo en común que se reitera miréis la que miréis y que no me termina de gustar. Fijaos bien, ¿descubrís lo que es?



Niños tibetanos exiliados juegan al fútbol bajo la lluvia en el patio de la escuela en Dharamsala, India.

Un niño somalí juega al fútbol en un campo de refugiados en Mogadishu, Somalia.

Niños jugando al fútbol fuera de su mezquita en Qatar. 

Niños jugando al fútbol en la periferia del campo de refugiados Corail para las víctimas de los terremotos de Haití en las afueras de Puerto Príncipe.

Niños iraquíes jugando al fútbol en las calles de Bagdad, distrito Fadhil.

Niños jugando al fútbol en el barrio marginal de Salgueiro en Río de Janeiro, Brasil.

Dos hermanos juegan al fútbol bajo la lluvia en Bahía de La Habana, Cuba.

Los niños corren tras una pelota de fútbol en otro campo de refugiados de Puerto Príncipe, Haití.

Los niños juegan al fútbol en un campo flotante en el puerto de Ascona, Suiza.

Un joven portero parando un disparo en las afueras de Mendoza, Argentina.

Los niños se reúnen a jugar al fútbol cuando cae la noche en los barrios marginales de laderas empinadas de Río de Janeiro, Brasil.

Los niños ingleses entrenan sobre Valley Parade antes de un partido amistoso de pretemporada contra contra el Bolton.

Los hijos de los 33 mineros chilenos atrapados juega al fútbol en el campamento temporal establecido para los familiares en la mina San José en Copiapo, Chile.

Los niños juegan al fútbol con el enorme edificio del Parlamento que se está construyendo en en Kabul de fondo, Afganistán.

Los niños juegan al fútbol en uno de los días más calurosos en el registro en la comunidad maya de Tabi en la península de Yucatán, México.

Dos niños juegan al fútbol en un campo de refugiados temporales después del terremoto en Lorca, España.

Un niño palestino posa para una foto mientras sus amigos juegan al fútbol junto al muro de separación de Israel en la ciudad occidental de Bank of Abu Dis, en las afueras de Jerusalén.

Los niños juegan al fútbol delante del dañado Palacio de Darul Aman a las afueras de Kabul, Afganistán.


Niños del Estrella de Maldonado club (del que salieron Marcelo Gallardo, Maxi López, Diego Latorre y Javier Saviola como alumnos precoces) en Buenos Aires, Argentina.

Los niños juegan fútbol justo al lado del Océano Pacífico, en la Ciudad de Panamá, Panamá.

Los niños juegan al fútbol en una polvorienta calle al borde de un cementerio en Kabul, Afganistán.

Un niño llega y cambia su equipo por el de la sesión de entrenamiento en El Algarrobal, en las afueras de Mendoza, Argentina.

Niños refugiados sirios correr con un balón de fútbol en un campo de reciente apertura en la ciudad de Reyhanli en provincia de Hatay, Turquía.

Niños afganos persiguen una pelota de fútbol a través de las calles de la parte antigua de la ciudad, en Kabul, Afganistán.

Los niños en una sesión de práctica en un estadio en las afueras de Nueva Delhi, India.

Los niños juegan al fútbol en frente del "Maine" edificio en La Habana, Cuba.

Los niños asisten a una clínica de fútbol libre cerca de un campamento para personas desplazadas por el terremoto en Puerto Príncipe, Haití.
Los niños palestinos juegan al fútbol al lado de las ruinas de las casas destruidas durante tres semanas en la ofensiva israelí en Gaza.

Los miembros del Regimiento 15 Escuadrón de la RAF juegan al fútbol con los niños en una de las últimas patrullas durante las operaciones de combate por los británicos en la provincia de Basora, Irak.

Dos muchachos juegan al fútbol en un puente en frente de la favela Rocinha en Río de Janeiro.


Y mi reflexión es... ¿Os habéis fijado en que no hay ninguna foto en la que aparezca una chica jugando al fútbol?